LA GENESIS DEL CODEX DRACONIS


La idea primitiva de El Codex Draconis nació hacia el año 1993, cuando quien escribe contaba con 17 años, fruto de la inspiración que provocó en el autor la lectura de los siete libros de Las Crónicas de Narnia. Entonces tenía otro título y se trataba de un libro autoconclusivo, pero en lo medular el relato era bastante parecido a lo que es hoy: en el mundo mágico de Qaldaë Barei (un lugar plano e infinito hacia todos lados) un antiguo y poderoso hechicero, prisionero en las montañas que dividen el mundo en dos por haber tratado de conquistarlo y someterlo a sus designios, escapa de su reclusión con ayuda de sus demonios y se refugia del otro lado de la cordillera, en lo más profundo de un extenso país llamado Elôkar, tierra de nieblas y brujería. El rey de los reinos humanos, llamado por aquel entonces Alfonso (sean clementes, acababa de leer El Cantar del Mío Cid y no estaba muy creativo para los nombres), decide cruzar las montañas junto a un ejército para capturarle, pero no se sabe más de él. Asustada por esta circunstancia, una de sus hijas, Catalina (sí, el nombre lo tomé de Catalina la Grande, de Rusia), va detrás de su padre y tampoco retorna. En este contexto, los sabios de ese mundo deciden llamar a alguien que los ayude y al invocar sus conjuros quien aparece es un joven humano de nuestro mundo: es posible que su nombre por aquel entonces fuese Julián, no lo recuerdo con exactitud pues lo cambié muchas veces. Se le encomienda la misión de buscar al rey y a su hija, y Julián cruza las montañas en compañía de un caballo alado que hablaba, Geflügel, y de una adorable mariposa parlanchina, Luar, que se cuela para vivir su propia aventura. Pero Julián se da cuenta que en el viaje no sólo afrontará múltiples peligros, sino que el paisaje va cambiando como si hubiese llegado a los albores de la humanidad y avanzase a través del tiempo: llega a un paraje volcánico primero, luego a un bosque de coníferas con insectos gigantes, luego se enfrenta a los primeros reptiles y dinosaurios, para finalmente llegar a la historia humana, con los primeros registros escritos, las grandes civilizaciones y algunas escenas de tiempos más recientes, pero nunca contemporáneos, hasta que llega al castillo embrujado del Hechicero y rescata al padre y a su hija. No pude evitar plasmar en mi primera novela de fantasía mi gran pasión por los dinosaurios y por la historia.

La novela, como se aprecia, era bastante simple y nació, literalmente, fruto del amor entre el arte y la música, ya que antes de plasmar la idea en palabras lo hice a través de un dibujo (un croquis muy feo si he de ser honesto, pero que contenía la idea general del rey, su hija, las montañas y el brujo en lo profundo), dibujo que, por su parte, se inspiró en la música de mi conjunto favorito, la Electric Light Orchestra, específicamente en el álbum Eldorado, que trata sobre la travesía de un soñador que abandona su mundo, vive su propia aventura, y retorna a casa... o muere, según cómo se interprete. La similitud con la trama original de mi novela salta a la vista.



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